Mi recuerdo para Osiris Rodríguez Castillos

Este 21 de julio de 2025 se recuerda el centenario del nacimiento en Montevideo de Osiris Rodríguez Castillos, figura de elevadísima estatura en el campo de la creación poética y musical, cuyo legado constituye un patrimonio cultural excepcional.

Cuando Osiris cumplía tres años la familia pasó a vivir a Sarandí del Yí. El vínculo de ese niño y luego adolescente con el río Yí fue profundo, indisoluble. Un día expresó “Toda mi escuela es asombrarme, ver las cosas por primera vez. Yo podría verlas cien veces y cada vez podría escribir sobre ellas algo distinto. Creo que he encontrado la manera de hacerlo, defendiendo al gurí que llevo adentro, un gurí que quedó siempre en las orillas del Yí, donde me crié”. Y a él volvió, pues sus cenizas a esa corriente fueron entregadas.

Tuve el honor de tratarlo en los últimos dos años de su vida. Un amigo en común, gran guitarrista, me dijo un día “Osiris quiere conocerte”. El motivo radicaba en que leyendo “Historia de Durazno” (1992), en el capítulo dedicado a Sarandí del Yí encontró que yo mencionaba que Genuino Rodríguez Castro había sido el director del primer Liceo Popular con que contó, en 1933, dicha población. Genuino era su padre y mi mención la estimó como un acto de justicia pues, según él, nunca se había recordado ni valorado ese esfuerzo realizado por su progenitor en pro de la educación sarandiyense. El primer encuentro (en la pensión donde residía, Gaboto 1364) abrió paso a una afectuosa relación, con largas conversaciones. Hombre de cultura vastísima sentía, con razón a mi criterio, que el país no lo había valorado como merecía. Bien recuerdocuando me dijo una de esas tardecitas de larga prosa: “Recién después que muera se darán cuenta los orientales de todo lo que les he dejado”.

Que generaciones y generaciones de estudiantes de enseñanza media hayan transitado (tal vez lo siguen haciendo) por las aulas sin que ni una sola vez se haya mencionado su nombre o analizado uno de sus poemas habla de esa indiferencia por su legado. En este caso de quienes tuvieron, y tienen, el poder burocrático de decidir de qué autores se habla y de cuáles no en las clases de Literatura. También los poderes públicos, el MEC en especial, han estado ausentes. No estuvieron presentes en octubre de 1996 cuando falleció. Al otro día de su solitario velatorio y cortejo fúnebre, al que concurrimos con el Maestro Randolfo C. Zagnoli, el recordado Guruyense escribió en “El País”: “Osiris, duele decirlo, murió casi en el ostracismo en su propia Patria a la que dio todo su arte y talento y prestigio, incluso, en su estadía de una década en España.”

Tampoco parecen estar presentes los poderes públicos nacionales ahora en su centenario. Es historia vieja. El mundo de “la gauchería” sigue teniendo problemas con la cultura oficial montevideana.

El propio Osiris en unas palabras previas a la tercera edición de “Grillo Nochero” (1959) apuntó a las causas profundas de esa patología: “Nuestros únicos problemas, de toda índole, radican en la no aceptación del espíritu de la tierra. En el desprecio de las costumbres emanadas de nuestra economía. En el absurdo desconocimiento de nuestra personalidad telúrica. La tierra también hace a los hombres “a su imagen y semejanza”. Padecemos, pues, de insinceridad...”.

Felizmente en los corazones de sus innumerables admiradores que viven en nuestro país, Argentina, Brasil y otros lugares del mundo existe para él un sitio de privilegio que merecerá por siempre. Su enorme obra actuará como un conjuro para despejar aquellos temores que tal vez lo asaltaban cuando en “De tiempo adentro” escribió: “Polvo se hará mi guitarra/mi memoria…cerrazón/mi nombre, puede que muera/ mi copla… puede que no.”

Oscar Padrón Favre

Durazno, 21 Julio 2025